Familia:Rosácea
Clase:Angiospermas dicotiledóneas
Su forma es más bien achaparrada, pues no sobrepasa casi nunca los dos metros de altura. El follaje es muy denso y está constituido por hojitas perennes, de configuración lanceolar y con el borde muy finamente dentado; por el envés puede apreciarse una fina pilosidad blanca muy dispersa. Las flores son de color crema y aparecen reunidas en corimbos de unos cuatro centímetros de diámetro. La fructificación tiene lugar a la salida de los meses cálidos y llega hasta bien entrado el invierno; el fruto, por lo común, es de color rojo claro, pero en algunas ocasiones se encuentran ejemplares de color anaranjado.
No presenta un hábitat definido, pues se le localiza aquí y allá por todos los bosques y los matorrales que crecen en torno al Mediterráneo; por su resistencia a la sequía y a las enfermedades, así como por la extrema abundancia de sus frutos, es cultivado como especie ornamental en casi todos los países del mundo.
Su empleo por el hombre con fines prácticos es muy limitado, ya que su madera apenas es aprovechable. En jardinería prefiere las exposiciones muy soleadas y tierra poco calcárea, pero rica en materia orgánica. La multiplicación puede efectuarse o bien por semillas sembradas sobre el terreno a la salida de los meses fríos o bien por esquejes en cualquier época del año, salvo durante la fructificación. Otra característica importante es que admite muy bien las podas, retoñando a la primavera siguiente con gran fuerza aunque el corte haya sido severo.
¿SABIAS QUÉ...?
El espino de fuego es uno de los arbustos de jardinería que tolera la contaminación de las grandes ciudades, por lo que su presencia se ha vuelto insustituible a la hora de diseñar parques y jardines públicos.
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